“(…) Se diga lo que se diga sobre este movimiento en los tiempos que vendrán, no cabe duda de que se produjeron cambios y que la sociedad se hizo más fuerte, más participativa, deseosa de controlar su propio futuro. Esos jóvenes ‘revolucionarios’, que serán sin duda los próximos dirigentes de la sociedad, eran ya distintos, estaban marcados por el germen del inconformismo y la libertad. Y ello se notará concretamente cuando tengan que tomar sus propias decisiones. El Mayo del 68 fue bueno, sirvió para provocar cambios sociales y culturales importantes y no creo que haya que arrepentirse de nada. (…).” El protagonista de “Para que no te olvides” es un joven lúcido, capaz de ponerse en juego con los instrumentos que posee para contribuir al cambio histórico de manera tangible: su dedicación al estudio de la historia, su visión política y económica que trasciende el horizonte realidad que le toca vivir, su empatía con los perseguidos al otro lado del océano, su sensibilidad hacia las manifestaciones artísticas que reflejan las vibraciones de los pueblos y, sobre todo, un sentido profundo de la amistad que deja su huella. No dudó en irse a París con lo puesto para constatar con sus propios ojos qué mecanismos se ponían en marcha en aquél épico Mayo del 68. Partió desde la España asfixiada por la censura franquista y volvió enriquecido por la experiencia de la libertad verdadera, la de expresarse como desde 1789 los franceses acostumbran a hacer… No lo detuvo el miedo (que sí experimentó) para formar parte de las organizaciones declaradas ilícitas que minaron las raíces de la dictadura. La narración conjuga de manera magistral el relato cronológico de la última etapa franquista con la cotidianeidad de un grupo de amigos, sus relaciones familiares, sus lecturas, la música que escuchaban, sus vacaciones y las anécdotas que atrapan al lector. Es imposible no volar y sentirse parte de aquel período mientras nos vamos adentrando en la historia que recoge vivencias tan relevantes, generosamente compartidas de una forma muy personal, entrañable en muchos momentos, ubicándonos en las coordenadas espacio temporales perfectamente documentadas previas a la muerte del dictador. Lo hace, con el propósito de que permanezca en nuestro recuerdo un capítulo fundamental de la historia española que se entrelaza con la eterna lucha entre la codicia del poder y el deseo de libertad.
José Ortega Bonilla (1950, Valencia) tiene cuatro hijos: Jorge, Adrián, María y Luisa. Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Valencia, ejerció como tal durante toda su vida profesional, desempeñándose, además, como asesor y consultor económico financiero. Fue elegido Decano del Colegio Oficial de Economistas de Valencia (COEV) (1996 – 2000) y Presidente del Consejo General de Economistas de la Comunidad Valenciana (1998).
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